Hay pocas cosas más dramáticas en España que convertirse en un hombre
rico. Bueno, sí: convertirse en un hombre rico que empezó vendiendo
batas por los pueblos. Lo amable hubiera sido mantener un pequeño
comercio, con la señora cosiendo en la trasera mientras él envejece
cogiéndole nota a Hilario, el de los cementos, para que le suban la
basta. Un vecino ejemplar que al morir reuniese el cariño de su barrio y
los clientes lo recordasen como un tipo afable que no se perdía un
domingo en Riazor.
Sin embargo este hombre despojado de ambiciones al
que amaría el pueblo, aún sin conocerlo, no frena sus ansias de medrar y
poco a poco va construyéndose su pequeño imperio. Un vendebatas
descastado que se pone a dar de comer a 90.000 familias; realmente una verdadera tragedia
social.
De haber tenido inquietudes y querer salir a ver mundo podía
haberse hecho millonario comunista, montar un periódico y dejar tirado
en la calle al personal, pero en lugar de eso nuestro hombre aprovecha
la crisis para ganar más dinero, reinvertir parte en empleo y, en el
colmo de lo indecente, dar 20 millones de euros a una organización de
beneficiencia (¡¡¡habrase visto!!!). La verdad, le soluciona bastante más la vida a un
sintecho un tuit comprometido que dinero para ropa.
A ver, ¿qué quiere
que hagamos con 20 millones de euros, si eso no tiene valor moral y no
significa nada de su fortuna? Entréguelo todo, suba los sueldos, reduzca
las jornadas laborales, pida perdón y empezaremos a creerle. Monte un ERE
como todo el mundo, desmonte el chiringuito de las camisetas y acabe en
la calle, y empezaremos a creerle. Ataque a los españoles que eran como
usted hasta afearles los contratos y las donaciones millonarias, que
seguro que hay uno en cada esquina, y empezaremos a creerle. ¿Pero
ahora, en un avión privado "hecho" por niños de Taiwan? No, hombre, no...
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